¿Es la clase alta menos ética?

Los individuos de clase alta tienden al comportamiento poco ético y a saltarse las normas en mayor medida que los de clases más bajas.

Avaricia


Imagen propiedad de -Ronin- en Flickr

Con este provocador titular nos despertábamos en la jornada de hoy. Y no lo afirma cualquiera, lo afirma la universidad de Berkley. El estudio ha sido dirigido por Paul K. Piff, del Departamento de Psicología de la universidad californiana. (Con una breve búsqueda en Google podemos ver que Paul es quien dice ser, no como sucede en otros estudios polémicos que aparecen de vez en cuando).

Según esta investigación, se han realizado 7 experimentos diferentes para llegar a dicha conclusión.

Estos psicólogos han considerado para su investigación que riqueza, prestigio profesional y nivel educativo son factores indicadores de pertenencia a clase alta. Aquí surge la primera pregunta que me gustaría lanzaros: ¿consideráis que estos factores son los más adecuados?¿falta alguno?¿sobra alguno?

Este estudio, del que hoy se hacía eco el Mundo, dice haber observado este fenómeno tanto en la calle, como en el laboratorio. Mediante la técnica de observación, llegaron a la conclusión de que los coches más caros, y conducidos por gente mejor vestida y de una determinada edad respetaban menos la prioridad de un cruce, no dejaban pasar a los peatones, etc.

En el trabajo de laboratorio afirman haber comprobado que las personas de clase alta son más proclives a coger cosas que no les pertenecen, engañar para obtener un premio, mentir en una negociación o aprobar comportamientos poco éticos.

Por otra parte afirman que este comportamiento no se ve afectado por el sexo, edad, etnia, creencias religiosas o convicciones políticas.

Concluyen afirmando que el catalizador de estos comportamientos poco éticos es que tienen una actitud más favorable hacia la avaricia.

No he tenido posibilidad de consultar la metodología y resultados del estudio, pero me parece cuanto menos, polémico, por eso me gustaría testear vuestras opiniones, y sobre todo saber si consideráis que otras variables pueden resultar claves y estén enmascaradas bajo la clase social, por ejemplo el nivel de estrés (no lo afirmo, sólo lo sugiero).

 

Si os ha gustado esta entrada, no os perdáis el experimento Marshmallow de la Universidad de Stanford, también en nuestro blog.

 

“Marshmallow experiment” de la Universidad de Stanford

¡Ya tenía yo ganas de hablar de este experimento! Este experimento, realizado en la Universidad de Stanford en el año 1972 ha supuesto uno de los mayores éxitos en técnicas de experimentación conductiva.

El experimento consiste en crear un habitáculo compuesto de una mesa y una silla, es importante que no haya distracciones. En la silla se sienta el sujeto de estudio, en este caso son niños pequeños, y sobre la mesa se pone un “marshmallow” (lo que habitualmente llamamos jamones, nubes de gominola, etc.), la clave está en preguntar previamente al niño cual es su gominola preferida y ofrecerla. El adulto encargado del estudio le explica al niño que tiene que marcharse, y que es libre de comerse la gominola si lo desea, pero que si espera sin comersela hasta que él vuelva, tendrá otra más de premio, y podrá comerse las dos.

El experimento busca estudiar la gratificación diferida y su relación con las capacidades del sujeto de estudio.

No os perdáis el video (no pertenece al experimento original), no tiene desperdicio ver las caras de los niños soportando la presión.

Tras pasar el tiempo vuelve el adulto y si el niño ha conseguido aguantar, se le da su premio.

La “gratificación diferida” hace referencia a la capacidad de una persona para tener autocontrol y esperar para una recompensa mayor. Esta característica del ser humano ha sido identificada por David Goleman (autor del archiconocido libro sobre inteligencia emocional) como una de las capacidades clave y los expertos dicen que es exclusiva del ser humano, ya que los animales sólo se mueven por impulsos fisiológicos (aunque yo les retaría a conocer a Nela, una perrita muy lista).

Los resultados, considerados unos de los mayores éxitos en investigación, no pudieron ser más esclarecedores: aproximadamente la tercera parte de los niños participantes en el estudio aguantaron hasta obtener la segunda gominola; y gran parte de esos niños que mostraron un autcontrol mayor resultaron ser más exitosos en su carrera académica ¡10 años después! y todavía años después incluso obtuvieron mejores puntuaciones en el SAT (una especie de selectividad en Estados Unidos).

Y vosotros, ¿cuántos os habríais comido la gominola nada más empezar?